Según la antigua religión griega, los dioses eran seres de gran poder que podían cambiar el destino de las personas según su capricho. Aunque eran inmortales, en realidad, tenían pasiones y
defectos como todos nosotros. Así, por ejemplo, el poderoso Zeus, dios del rayo y rey del Monte Olimpo, era celoso y se enojaba con facilidad; Ares, dios de la guerra, era representado como
alguien violento e impredecible. Los griegos conocían cientos de historias acerca de sus dioses, que nos siguen fascinando incluso en la actualidad.